Hace seis meses estoy esperando recibir el mensaje
que tranquilamente podría enviar yo
hoy,
ahora,
en este preciso instante.
A veces nos mandamos la estupidez
de perder a personas
por el simple hecho de no escribir
una raquítica línea
de tres palabras:
“che, ¿cómo estás?”.
No tiene sentido camuflarlo
en palabras más bellas:
el orgullo es una mierda.