Como buena negadora
que todavía no puede poner en palabras
lo que la tiene sumergida por décima vez
en esa sitcom de los ‘90 que jamás va a pasar de moda,
elijo fingir demencia y escaparme por un ratito a la risa
después de terminar de leer esa novela la semana pasada
que significó un verdadero knockout de tinta negra
impregnada en las pupilas,
en las astillas
y en alguna herida mal cicatrizada
que volvió a sangrar.
Paso de la rabia a la empatía en dos segundos,
¿eso es posible?
Hace dos días me viene pisando los talones una expresión
que no logro definir qué rol cumple en esta desorientación
pero estoy segura que tiene todo que ver:
distorsión.
Casi todo se vuelve más extremo por las noches
en las que el insomnio juega de local
y repito los mismos tres movimientos:
girar hacia la izquierda,
girar hacia la derecha,
acomodarme boca arriba
y esperar que el techo se caiga de una maldita vez
encima mío.
Me revuelco a los pies
de esta inseguridad barata
que va mutando
a medida que se asoma el sol.
No es tan fácil sostener el equilibrio
cuando todo a mi alrededor
se sigue derrumbando
y no quedan caminos para escapar.
Pero en algún punto
entre aquella historia
que me mandó unas cuantas horas al subsuelo
y estos pensamientos agazapados
en los callejones más inhóspitos de mi mente
hay algo en común,
tiene que haberlo.
Porque el malestar muestra su hilacha
en cada bostezo sin sonido,
en el alfajor de chocolate que no pude tragar,
en las persianas que no levanto hace cinco días,
en las tazas de café matutinas que no logro terminar,
en mi mirada perdida en un cielo gris y frío para nada atractivo,
en los mensajes que pospongo contestar
porque considero que todavía no es momento de dar explicaciones,
en las frases incoherentes que hilo mientras me ducho
y que corro a tuitear.
Algo en común tiene que haber
entre la distorsión de mis palabras
y aquella historia con final sin remate
que se mece entre todo lo que creí que deseaba
y lo que quiero de verdad.
Después de todo,
coincidir es más fácil de lo que imaginamos.
El inconveniente real es esa distorsión inoportuna
que dura medio segundo, tal vez menos,
y nos hace creer que siempre
hay algo más urgente que lo que esta ocurriendo
en este preciso momento,
porque si es tan hermoso,
porque si nos lleva tiempo,
porque si es casi perfecto,
porque si nos hace tan bien,
¿cómo puede ser verdaderamente importante?