Y es en ese ínfimo instante,
en aquel momento que parece insignificante,
en la sonrisa no devuelta,
en las manos que se sueltan,
en el silencio sin pausa,
en el respirar ensordecedor,
en el enmudecer inconsciente,
en el pálpito seco,
en ese espasmo violento,
en el vaso de agua que burbujea arriba de la mesa,
en la mirada esquiva viajando a 100 mil años luz,
en el mate dulce y calentito sin comensal enfriándose,
en ese macabro segundo en el que la gravedad
parece entrar en cortocircuito con sus leyes y el cuerpo sale disparado
hacia ninguna parte…
que te das cuenta
que la cagaste.