Me gustan los viajes sin pasaje de regreso…
el café batido por vos un domingo a la mañana;
sentarme del lado de la ventanilla de tu displicencia
y observarla hasta que se termine alguna de mis canciones preferidas;
las películas en pantalla grande y con pochoclos dulces;
los mimos que le das a Almendra
en el momento más candente del partido para relajarte;
el tinto para brindar en ocasiones especiales;
la armónica que desempolvás los viernes de terraza;
la sombra que nos da el árbol de palta
para hacer picnics de helado y Fernet;
la poesía que desprende tu mirada
cuando tus ojos se posan en mi;
el maní japonés hasta para la previas recitaleras;
la discografía de un Salmón veinteañero tan obstinadamente romántica
en su prosa como en sus notas que nos damos el lujo
de escuchar con un faso encendido;
la seguridad con la que repetís cada 7 del mes
que soy tu único Amor de Avellaneda;
los feriados en la colectora de tus besos
mientras el sol juega a las escondidas con los barriletes;
las carcajadas que inundan el living
cada vez que doy vuelta la carta
y me interpela el Arcano de la Estrella (XVII);
el brownie sin TACC de postre
que todavía no te sale pero que lo devoramos igual
antes de darle ‘play’ a un capítulo random de Friends;
los escándalos con mucho sentido
cada vez que nos cruzamos de casualidad
un mural con la cara del Indio Solari,
tu “si perdí toda fuerza para resistir
eso fue cuando te vi”, desafinado en la ducha;
las selfies que TE(nos) sacas mientras estoy dormida babeando
y mandás al grupo familiar;
tus abrazos sin tiempo cuando estoy corta de palabras;
tu silencio comprensivo la única tarde de la semana
que me puedo tirar en el sillón a leer un rato;
Eight days a week como alarma cumpleañera;
el cansancio que disimulás cuando tenemos un plan
porque antes muerto que cancelar;
tus “te quiero” camuflados en los alfajores de tiramisú
que me dejas sobre la compu;
tu simple presencia los días que no puedo más;
vos,
la sincronización,
nosotrxs en cualquier rincón
de esta coincidencia inexplicable
en una entrevista de trabajo
que no nos convencía a ninguno de los dos…
vos sos el viaje de ida
más vertiginoso,
impensado
y perfecto
que me da anécdotas a cada kilómetro,
que me regala recuerdos en cada tramo que nos detenemos a contemplar,
que me mantiene flotando entre las nubes sin tocar tierra firme desde que te conocí,
que me genera el impulso de fotografiar
y guardar las postales en la parte más inquebrantable de mi memoria,
y que todavía no me provocó la curiosidad de mirar atrás,
ni despertó las ganas de que quiera pegar la vuelta.