Flashear amor

Para, ¿posta?
¿Listo? ¿Se terminó?
¿Sólo tres besos,
un vino
y una charla telefónica de madrugada
en la que revelamos intimidades
que nadie más sabe
y se acabó?

Ni idea.
Pero yo quería flashear amor.

No sé si será el invierno
o que estoy cada vez más grande,
pero por algo invertí
en ese sillón del living:
pasar largas temporadas
de comidas calentitas y
bebidas que nos hagan sonreír
por cualquier cosa
y achinar los ojos hasta dormirnos.

Y vos la cortás acá,
así
de la nada
dejando
tu perfume en las sábanas
y la rabia de que no seas capaz de responder esos dos mensajes
diciéndome:
flaca, ya está, te comiste alta peli”.

Viste cómo soy.
Un día detesto la verdad
y al otro ando rasguñando las paredes
hasta que me la griten en la jeta.

Ni idea.
Yo quería flashear amor.
Pero ¡OJO!
Un ratito, un finde, una estación.
El que se comió la peli fuiste vos.

Qué se yo.
Nunca fui de que las que reniegan sus momentos de “soltería”.
Todo lo contrario,
disfruto la soledad
porque sé pasarla demasiado bien conmigo.
Pero salir de la rutina tiene su chispa,
sus dosis justas de asombro y desconcierto.
Además, relacionarse siempre enriquece,
y si ese no es el caso, al menos deja una anécdota.

Yo sólo quería algo más que una frazada,
un abrazo de vez en cuando,
una sonrisa desde la mesada de la cocina,
por ahí, que me consientan con golosinas,
un café mal batido pero con mucha intención,
la sorpresa de un beso sin pedirlo,
que me agarren la mano cuando vamos por la calle,
jugar carreras hasta la heladería como si fuéramos niñxs,
alguien a quien tenga ganas de abrirle la puerta
un viernes a las 6 de la tarde
cuando lo único en lo que estoy pensando es morir en la cama.}

Tu ausencia no hace más que confirmarme
que, al parecer, pido un montón
o será que las formas modernas de vincularse
no responden a mis deseos.
Esta bien,
siempre estuve chapada a la distinta.

Ni idea.
Yo sólo quería flashear amor,
divertirme,
interpretar a uno de mis personajes preferidos del cine,
encontrarme en la equivocación
y no darme la razón a mi misma
de que puede haber alguien,
un enajenado
que le cueste seguir las indicaciones del GPS como a mi,
y que siembre la ilusión
de que todavía soy capaz de sentir
cosas lindas
aunque sea por un ratito.

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