Mi mayor estupidez

Busqué en el diccionario la definición de ‘orgullo
y ninguna explicación se asemejó
a la idea que alguna vez formé en mi cabeza
sobre dicha expresión.

Cuando utilizo la palabra ‘orgullo
nunca es para referirme a algo positivo.
Más bien pienso al orgullo como un defecto de los más irritables
al que le tendí mil trampas
y todavía no consigo escapar.

A mi ‘orgullo’,
en realidad,
lo llamo estupidez
por todo lo que perdí o dejé ir en los últimos años.

Pero, en resumidas cuentas,
lo que quería decir es que
mi ‘orgullo’ o mi estupidez
(como prefieran llamarlo),
me llevó a muchos lugares que, a regañadientes, acepté
y de los que luego de largas temporadas
no tuve ganas de irme.

Ahora, esto es completamente diferente.
No sé, por momentos, me cuesta respirar,
sigo hundiéndome en un pozo
en el que nunca llego a hacer pie.
No me adapto.
Desde que llegué sólo pienso en huir
o volver al punto anterior,
y tengo el presentimiento
de que nada bueno saldrá de esto.
Giro en círculos sin poder acostumbrarme
a los movimientos repentinos ni a las velocidades que me propone;
sin poder soportar
la oscuridad ni la sensación infinita de vacío.

Me digo y me repito
que esta vez mi estupidez fue demasiado lejos.
Pero, ¿cómo saber de antemano que la única alternativa
que vi posible para sentirme mentalmente a salvo
resultó ser la verduga de lo poco que me quedaba intacto,
la autora material que se encargó de aniquilar la única posibilidad
de empezar de nuevo
y no seguir arruinándome con vos?

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