Debilidades que son refugio

No hay fuerza de voluntad que aguante:
cada vez que me enfrento a ella
bajo la guardia,
se me caen todas las armaduras
y arranca sin asco
esta incontinencia verbal
que desafía todos los límites,
desconoce hasta el freno de mano
y pasa por encima del respeto
sin mirar la destrucción que va dejando a su paso.

Si alguna vez tuve paciencia
ya no queda nada de ella.
Se extinguió de tanto darle margen
a la inútil espera de lo prometido.

Y soporta
la presión de mi trazo,
la rabia de los tachones,
la ambigüedad de los puntos suspensivos,
la incoherencia de las líneas que desbordan
quejas,
hartazgo,
frustraciones,
bloqueos
y la furia contenida de un mañana
que no me da ni una miserable pista
de dónde invertir
el poco tiempo que me queda por perder.

A medida que al tic-tac de mi juventud
le quedan menos vueltas,
se va reduciendo el círculo de personas
que me conoce completamente desnuda
y desbordada.

De hecho, mi vulnerabilidad es tal
que, a esta altura,
puedo asegurar que nadie más que ella
expone su cuerpo para la catástrofe de mis berrinches
que cinco minutos después pierden todo sentido,
y la lloradita necesaria hasta la última lágrima
que más pronto que tarde se convierte en un chiste sin gracia
provocando una mueca incongruente en mi rostro insulso.

¿Es posible que tu mayor debilidad
sea el lugar al que siempre quieras volver?
El refugio,
el hogar
y el único espejo capaz de reflejar lo auténtico,
aquello que incluso unx mismx quiere evitar?

Lo más irónico
o esquizofrénico (sin intenciones de utilizarlo de manera despectiva),
lo mejor y lo peor de todo este asunto
es que me encanta que sea la hoja en blanco
la versión más fiel y más honesta
que puedo ofrecer de mi.

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