Me colgué en la ventana.
En realidad, miraba al exterior sin ver.
Mis dedos descendían por las zonas del vidrio
que acumulaban polvo.
Esbocé un nombre sin querer
(o seguramente, queriéndolo demasiado).
Definitely maybe.
Sonaba un tema de Oasis
(siempre tengo música de fondo).
Últimamente estoy monotemática con las bandas sonoras que elijo,
las prefiero en otro idioma
así esquivo las estrofas que hablan explícitamente de nosotras.
Bah, de vos.
No recuerdo cómo llegué a la cama.
El cuerpo se arrastró por el piso más por costumbre que por antojo.
Yo seguía en trance,
mi mente se quedó varada en los últimos tres mensajes que te envié.
Ya está,
no puedo deshacerlo.
Pocas veces me fue bien siendo impulsiva,
el resto de mis arrebatos me dejaron noqueada en una esquina del ring,
me pasaron por encima sin consideración,
me pusieron entre la espada y la pared,
me empujaron al abismo con el arnés a medio poner,
me llevaron de regreso a esta habitación oscura
de celdas invisibles custodiadas por mis pensamientos.
Me acosté sin mirar la hora,
sin poner alarmas,
no quise prender el celular.
El mundo puede esperarme un día más, pensé.
No todo es tan tremendo
pero cuando te la jugás y sale mal,
¿no te dan ganas de ser por un ratito otra persona?
Escaparte de las pieles que te cubren,
materializarte en otra silueta,
distinta,
opuesta,
que nadie conozca
y que no sea tan atolondradx en sus decisiones.
Definitely maybe.
Me quedé dormida escuchando como un eco sus últimas palabras:
fue un error.
¿En qué nos equivocamos?
¿En hacer lo que sentíamos?
¿En estar a gusto en compañía de la otra?
¿En dejarnos llevar por lo que el cuerpo suplicaba?
Admito que esa tarde volví muy confundida a casa,
con un millón de preguntas que rozaban los puntos más asquerosos de la moralidad,
pero definitivamente me sentía bien.
Maybe.
Y no estoy tan segura.
Hay un tambor en el estómago que retumba cada vez que te pienso.
Suena el celular y me desanimo cuando la notificación no muestra tu nombre.
Lloro de rabia y de alegría siempre que recuerdo lo que hicimos
y no se lo puedo contar a nadie.
Me gana la tristeza de solo saber que le estamos dando la razón al mundo
resignando lo que nos queda de vida solo para encajar con un sistema
que hace tiempo percibimos errado.
Ese es el verdadero error:
la vara con la que las sociedades miden a los individuos,
el algoritmo te ignora si no sos A o B.
Y lxs que no clasificamos en ningún grupo nos quedamos afuera
sintiendo que lo que nos pasa está mal.
Nada de esto fue un error.
O tal vez si.
El mundo evolucionó de una forma equivocada
y ya es hora de que nos hagamos cargo de lo que nos pasa
para construir un lugar en el que podamos ser
dejando atrás las cadenas de la culpabilidad moral,
el sentimiento de marginación,
la mirada verduga acribillando nuestras espaldas
y el peso absurdo de querer tapar lo que deseamos.
Definitely maybe.