Mi balance 2022:
– 3 archivos de “Notas del cel” con deudas;
– 47 borradores empezados;
– 7 estornudos por hora;
– 10 llegadas tarde al laburo;
– 20 veces irme más temprano;
– 1 ataque de alergia en medio de un recital y
– 1 bajada de presión al salir de otro;
– dos grandes decepciones;
– 1 siesta de tres días para silenciar la tristeza;
– 8 o 9 viernes de irme a dormir temprano, matada pero feliz;
– 1 domingo de nervios insostenibles de no poder tomar café;
– 3 cuadernos terminados;
– 155 intenciones;
– 17 veces la Estrella en el Tarot;
– 5 poemas colectivos;
– 77 poemas personalizados;
– 2 o 3 cadáveres exquisitos;
– un libro editado;
– un cuento que no encuentra su final;
– 1280 artículos internacionales;
– 250 abrazos fuertes y necesarios;
– 400 mil 900 llantos de la risa;
– 2 reencuentros para quedarse;
– 19 llamadas perdidas;
– 3 películas que odié;
– 1 mensaje en el contestador que todavía no pude borrar;
– 1 mensaje de WhatsApp que todavía no pude responder;
– 730 cafecitos;
-180 litros de birra AHRE seguro fueron más;
– 37 nuevos libros comprados;
– 11 aún sin leer;
– 100 kilos de maní japonés;
– 5 veces quedarme con las ganas de helado;
– 2 empachos de Fernet con Mantecol;
– 1 tatuaje en la espalda, 10 mil en la memoria;
– 1 gira por estadios argentinos persiguiendo la música;
– 6 ciudades para descansar;
– 1x2x3x4x5x6x7x8x9 (hagan la cuenta) albergues transitorios;
– 8 departamentos con vista al cielo;
– 1 Navidad que dejó de ser Navidad desde que dejamos de escribirle cartas a Papá Noel;
– 1 diciembre con todas las letras, las cifras, las horas, los brindis, los bailes, los insomnios, las madrugadas; las charlas que sí y, también, las que no;
– 1 foto nuestra de un momento random en que la cámara decidió dispararse sin querer;
– un portarretrato de esa foto en la mesita de luz;
– 7 partidos inolvidables;
– 6 goles insuperables;
– un beso hermoso en el Obelisco;
– 3 veces campeones del mundo.
No se la crean, ningún balance es tan exacto, y seguramente me estoy olvidando de muchísimas cosas más. La verdad es que odio los balances de fin de año. Tal vez los odio porque siempre pesa más lo que no queremos ni recordar, pero esta vez salió así: 365 días de lo bueno y lo malo, todo absolutamente necesario para aprender y seguir creciendo. Suena re cliché pero quiero decirlo antes de leer el diario del lunes y comprobar que efectivamente tenía razón. Y, a diferencia de otros años, esta vez diciembre nos regaló las postales más felices jamás vistas. Adiós 2022. Gracias.