Lo cierto es que ya me fui
de todas las formas posibles:
en silencio,
a los gritos,
dando portazos,
a escondidas,
dejando notitas en la heladera,
incendiando palabras,
durmiendo siestas sin sueño,
llorando hasta olvidar por qué lloraba;
tomando una birri de más,
bailando hasta que me echen del lugar,
evitando mis sitios preferidos,
hablando con gente nueva,
ofuscándome con gente nueva,
riéndome con gente nueva,
desconectando el wifi todo el domingo,
creando otras 5 playlists para escribir,
releyendo los poemas que me sé de memoria;
ahorrando dinero,
derrochando mi hígado,
cambiando el pepino por el limón
y la cumbia por algún antiguo tango,
tomando dos vuelos, un buquebús,
98 bondis y un vermú helado…
Lo cierto es que ya me fui
de todas las formas posibles
y, sin embargo,
esa vocesita como un eco infinito
se acurruca fastidiosamente en mi lóbulo frontal
y me arrastra hasta tu chat
¡O PEOR!
hasta la puerta de tu casa
en la que todavía sigue colgado
ese cartel eterno que reza
“ya vuelvo”
y en un acto de confusa debilidad
presiono “enviar”:
Mañana estoy libre, ¿nos vemos?