Y amanecés otro día
con la angustia enmarañada
atravesándote el pecho,
el estómago,
los ojos
y la voz,
pero el desapego está entrenado
y aunque no puedas hablar
te repetís para no dejarte caer
que la vida sigue.
Y seguís.
Y amanecés otro día
con la angustia enmarañada
atravesándote el pecho,
el estómago,
los ojos
y la voz,
pero el desapego está entrenado
y aunque no puedas hablar
te repetís para no dejarte caer
que la vida sigue.
Y seguís.