No vives de suposiciones (o si)

Te llamé porque sabía que no me ibas a atender.

Domingo 11 am; apago la alarma; primero un ojo, el otro me cuesta horrores; la cabeza estallada luego de una noche (más) frustrada; recuerdo qué día es; menos mal que hoy no tengo que fingir demencia en la oficina; la habitación sigue oscura; claro, la lluvia no cesó; a lo lejos bien lejos el grito de un niño, un pelotazo, una frenada de sopetón, un perri vecino ladrando y nada más, lejos bien lejos.

No tengo ganas pero me obligo a vivir el día más afuera que dentro de esta cama; la inercia siempre me lleva a manotear primero el celular, después los anteojos; un corazón en Twitter, dos cumpleaños que me recuerda Facebook, un nuevo video subido a TikTok, 5 mails por abrir, 35 mensajes no leídos en el grupo familiar, un par de reacciones en Instagram, dos llamadas perdidas a las 4 am de la persona que suelo pensar a diario pero con la que no hablo desde mayo y… esa justificación con mucho y nada de sentido de una cuenta desconocida.

¿Tengo la calefacción prendida o subió la temperatura de repente?; más por torpe que por sorpresa se me resbala el teléfono y cae ¡por suerte! Sobre la montaña de frazadas; me empiezan a sudar las manos, también la frente y la humedad se vuelve por milésima vez en una vieja conocida a la que le guardás estima pero a la que preferís no ver; el mareo siempre puntual mete fichas cuando me paro y me encuentro alejada de cualquier superficie sobre la que pueda sostenerme y… los golpecitos… cada vez más intensos en el pecho; las palpitaciones con ruido son la señal inequívoca: jamás pude careteársela ni al nerviosismo ni a la ansiedad que se adjudican mi cuerpo entre las sobras de sus aposentos y lo tienen ahí a pan y agua hasta que logro poner nuevamente los pies sobre la tierra.

Después de esos 5 o 20 o 60 minutos de vulnerabilidad extrema, el enojo; no es la primera vez que experimento ese bombardeo imposible cursicruelemocional y si lo tuviera en frente, corpóreo, no respondo de mi; ¿cómo un simple mensaje puede dejarnos en la Narnia misma (por no decir otra cosa), descalzxs, sin abrigo y sin manera de volver a cruzar la puerta del ropero?; sí, ya sé, no es el contenido del mensaje, siempre (¡SIEMPRE!) es el remitente y sin embargo… después de todo el caos que se desató en mi cabeza, me quedé literalmente tiesa.

¿Por qué? ¿Para qué? ¿Y qué respondo? ¿Se responde? No es justo. Todas mis discusiones internas concluyen en que no es justo. A ver, yo venía más o menos bien, bueno, para qué vamos a empezar a mentir a esta altura del partido… yo venía. Así, como se puede, de a siestas largas, de a insomnios insalubres, de atracones de chocolate, harinas, mates y cafeína, a los tumbos por la calle, con maratones de birri (¿o de películas?) de trasnoche, de a poquito, a cucharadas con el correr de los días, a carcajadas con mis besties y a desahogos también, venía tachando días en la agenda, intentando aceptar la velocidad de este año que, no sé qué piensan ustedes, pero anda muy apurado por terminar, venía, por momentos, de a mucho, con lloraditas melodrámáticas y a seguir y con una intensidad que se apegó a septiembre y que necesitaría que repita same vibes para los meses que quedan.

Debe estar la luna en conchuda o en modo cizañera o andá saber las posiciones de los astros para que su simple presencia en una pantalla derrumbe la estabilidad enclenque que logré construir en estas semanas de inestabilidad por encargo.

No es justo repetí casi todo el día como si su simple pronunciación invocara un mantra todopoderoso en el que el universo decide apiadarse un ratito de mi tirándome una soga como diciendo “agarrala o bancate sola las consecuencias del tsunami”. Lo que es obvio y molesto y frustrante y violento y obstaculizador y perverso y masoquista e INJUSTO es que ese acto inesperado un domingo cualquiera en el que me proponía a pensar REAL en la nada misma, sea lo que monopolice mi cabeza mientras los segundos no dejan de transcurrir y no llega ninguna respuesta que me convenza.

Jamás me fue bien siendo impulsiva y ahora que me gustaría un poco de esa ‘yo’ arrebatada que ejecuta antes de recalcular, pues no mi ciela, se queda paralizada con la mirada perdida en la esquina donde un potus reclama un poco de sol y agua con las hojas opacas y caídas. El pasado es un destino con cada vez menos lugares a los que quisiéramos volver. Me pregunto qué tan errada estaré de etiquetarte como algo lejano si hace una década fuiste mi presente, hace cinco meses deseaba miles de mañanas con vos y, en un descuido o en un sueño inoportuno, ayer te volví a sentir en mi ‘ahora’.

Claro que no es justo que yo sola termine embarrada hasta el cuello en esta encrucijada de memorias, rencores y arrepentimientos. Te pienso bastante porque me quedó sabor a muy poco, podríamos haberlo hecho mejor, pero ningunx de lxs dos pudo o ningunx de lxs dos quiso. ¿Y querés que te diga más? Llamaste porque sos cagón, porque te morís de rabia que todos tus miedos estén un pasito adelante, llamaste porque efectivamente sabías que no te iba a atender, llamaste sólo para dar en el blanco, para sembrar una nueva semillita y decir con toda la cobardía que te acompleja y de la que renegás “no te la voy a hacer fácil, fijate que todavía no me fui y tampoco voy a dejar que me dejes ir”.

To be continued (o no).

Deja un comentario